lunes, 21 de octubre de 2013

Sensaciones que no deberían Terminar

   Suena el despertador, son las 6 de la mañana, saltas de la cama, ¿Quién podría dormir hoy?  las sabanas te queman y el corazón palpita con fuerza, por fin ha llegado el día que estabas esperando, el mejor día de la semana, ¡es día de partido!

    Desayunas como dios manda, vas a necesitar las energías, metes tus enseres en esa bolsa que siempre te acompaña en tan señaladas ocasiones, lo revisas 100 veces que vaya todo, medias, equipación, bucal, hombreras, y por fin, justo antes de cerrarla metes tus más preciadas pertenencias, esas botas con las que siempre saltas a la cancha, todo está donde debe estar.

    Vas a reunirte con tus hermanos, los 22 que te acompañan este día, el día en que nada importa, en el que todo parece más real y todo te emociona. Como de costumbre muchos llegan tarde, el autobús tiene que esperar y el entrenador empieza a “mandarlos a la madre” cuando aparecen. En el viaje todo son risas y chanzas entre nosotros, bromeando sobre quien será “try man” y quien será el rey del avan.
    Finalmente estas en el campo, haces un reconocimiento del terreno, el césped, los palos, y como no las gradas (quien puede evitar curiosear que espectadoras a traído el equipo rival…) el ambiente es jocoso hasta que una voz te despierta de las ensoñaciones, la misma voz de siempre, el míster te manda al vestuario, y aquí acaban las bromas, las risas y las tonterías. Hay que prepararse para la batalla que se va a librar, en el momento que cruces esa puerta se acaba la juerga, dejas de ser el granjero para convertirte en el soldado.

   Todos juntos sin pronunciar una silaba nos preparamos mental y físicamente para lo que ha de venir. Empiezas a repasar de cabeza las jugadas ensayadas, estiras nerviosamente los músculos del cuello y los hombros, el tres cuartos de rigor prepara los vendajes de los forward y entonces llega el momento que todos esperábamos, el entrenador entra al vestuario, ese sabio que siempre te exige más, el que tiene que mantener la mente fría en la banda mientras tú te dejas la piel en el césped, mientras todas las células de su cuerpo le piden a gritos entrar en la cancha a dar ese placaje que tu fallaste o recibir aquel otro que le dieron a tu apertura, es el momento del 15 inicial.
  Hoy tu esfuerzo te ha sido gratificado y sales de inicio con tu adorado 7 a la espalda, dispuesto a que nadie que no vista con tu misma camiseta pase por tu lado sin caer al suelo con un sonoro golpe en las costillas.

   Al pisar el césped todo empieza a girar, tu mejor amigo te espera, el que nunca te abandona pase lo que pase, el oval cae en tus manos. Las manos te sudan hasta que lo acaricias por primera vez, entras en calor intentando borrar de tu cabeza todo aquello que no sea lo que debes hacer una vez pite el árbitro.
   30 Guerreros preparados para librar la batalla se estudian desde sus respectivos lados de la línea central, y entonces llega el momento, el árbitro pita y tu cerebro se vacía, no queda nada salvo el oval, la línea de ensayo rival y aquel al que escogiste para dar tu primer estacazo, ese tipo grandote de ahí al que le vas a poner mirando a cuenca con tu primer envite para hacerte respetar.

   Tras 80 minutos tu mundo es perfecto, no importa nada, ni el resultado, ni la colección de moratones que decoran todo tu cuerpo, ni el cansancio abrumador que te dificulta incluso el respirar. Simplemente eres feliz. Ya tendrás tiempo de preocuparte de otras cosas ahora solo quieres que esta sensación no termine nunca, que la cancha no te abandone y que el fin de semana siguiente comience de nuevo la misma operación…

DRW


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